La serie de televisión «Los vigilantes de la playa» la convirtió en un icono sexual en los años 90, y su sonado matrimonio con Tommy Lee en carne de la prensa del corazón y protagonista de sonadas polémicas a medio camino entre el reality y la propia realidad. Pamela Anderson ejerció su rol de mujer explosiva durante décadas. Hasta que se cansó.
Es otra forma de #MeToo, no referido a las agresiones sexuales, sino a la ruptura de los cánones que se imponen a la madurez femenina y a las «mujeres estrella» en la industria de Hollywood que recientemente también han enarbolado otras actrices como Demi Moore.
Pamela, a sus 56 años, ha decidido rebelarse contra el patriarcado que la convirtió en un icono sexual y, de paso, quitarse de encima todos los fantasmas que la han perseguido por su vida personal, siempre bajo los focos. Y lo ha hecho de la mejor forma posible: con el papel cinematográfico de su vida, según ella misma ha confesado.
En «The Last Showgirl», la cineasta Gia Copola la convierte en una experimentada bailarina que debe planificar su futuro cuando su espectáculo cierra abruptamente tras una carrera de 30 años. Como bailarina de 50 años, se debate por saber qué hacer a continuación. Como madre, se esfuerza por reparar una tensa relación con su hija. Todo un golpe en la mesa que la actriz está promocionando por todo el mundo para demostrarse más fuerte y liberada que nunca.








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