«El triunfo del patriarcado no fue ni un azar ni el resultado de una evolución violenta. Desde el origen de la humanidad su privilegio biológico ha permitido a los machos afirmarse solos como sujetos soberanos, y no han abdicado nunca ese privilegio.
Es posible, sin embargo, que si el trabajo productor hubiese seguido siendo proporcionado a la medida de sus fuerzas, la mujer hubiera realizado la conquista de la naturaleza con el hombre.
Lo que le ha sido nefasto es que, al no convertirse en una compañera de trabajo para el obrero, ha sido excluida del mitsein (coexistencia) humano: esa exclusión no se explica por el hecho de que la mujer sea débil y de capacidad productora inferior; sino que el macho no reconocía en ella a un semejante porque ella no participaba de su manera de trabajar y pensar y porque permanecía sujeta a los misterios de la vida; dado que no la adoptaba, dado que conservaba ante sus ojos la dimensión del otro, el hombre no podía sino hacerse su opresor.
La voluntad macho de expansión y dominación ha transformado la ‘incapacidad’ femenina en una maldición».
«El segundo sexo» (1949), de Simone de Beauvoir








Deja un comentario