En «Creedme» («Unbelievable»), la gran miniserie estrenada hace seis años sobre la violación y posterior calvario institucional de la joven de 18 años Marie Adler, hay un momento en el que su joven protagonista no puede apenas pronunciar palabra ante el avasallamiento de preguntas y el trato policial recibido tras denunciar la agresión sexual que ha sufrido.

Marie, interpretada por Kaitlyn Dever (a quien hemos visto recientemente en «The Last Of Us»), apenas puede comprender el brutal interrogatorio y la violencia institucional a la que es sometida tras su brutal violación, lo que provoca que retire la denuncia. Desde el minuto uno, sabemos que es una víctima y sabemos que no la creen. La impotencia de la protagonista es todo el rato la impotencia del espectador.

La miniserie está basada en hechos reales, en una serie de violaciones que se produjeron en Washington y Colorado. Toma como referencia el artículo periodístico ganador del Premio Pulitzer en 2016: «An unbelievable story of rape», publicado por T. Christian Miller y Ken Armstrong en «ProPublica» y «The Marshall Project».

En la ficción televisiva, las actrices Toni Collette y Merrit Weber dan vida a las dos inspectoras de la policía que investigaron los casos. Marie, la víctima, es un personaje de ficción, acusada de mentir ante la justicia y con una presión social constante. Hasta sus padres de acogida dudan de ella, y la joven tiene que hacer frente a su nueva vida sin que nadie la crea.

Pero hubo muchas mujeres que creímos en ella. Jóvenes y adultas de todo el mundo. Que nos sobrecogimos con su impotencia y frustración y que recordamos el caso de La Manada, la violación múltiple de una joven en Pamplona en la madrugada del 7 de julio de 2016, durante las fiestas de San Fermín. Muchas personas no la creyeron y todavía sigue viviendo un calvario judicial.

Por eso es necesario que sigamos creyendo en ellas, las violadas, las maltratadas, las asesinadas, las mutiladas. En la ficción y en la realidad. Es muy poco el tiempo el que ha pasado desde que esta ola del «yo sí te creo» comenzó. Todavía está creciendo y no debemos dejar que nadie la pare. Nadie.