La vulnerabilidad y el llanto es lo primero que vemos de Santosh, una joven india que acaba de enviudar. Son los primeros planos de la película de firma británica pero rodada íntegramente en la India que lleva el nombre de la protagonista aunque su título ha sido traducido en en España como «Secretos de un crimen».
Esa primera impresión de fragilidad poco a poco se va transformando. Santosh hereda el trabajo como policía de su difunto marido, una posibilidad que existe en este país para mantener un sueldo digno como viuda en las zonas rurales más pobres. Pero nada más comenzar a patrullar se produce la violación y asesinato de una menor, y la protagonista se ve arrastrada a la investigación junto a la carismática inspectora Sharma.
La película no solo es un alegato feminista de su directora Sandhya Suri, de origen indio pero afincada en Londres, sino que también nos sumerge en el ambiente de las zonas rurales más deprimidas del país, con una ambientación sucia y agobiante que impregna el duro aprendizaje de Santosh como mujer policía.
El sistema de castas de la India, tan ancestral como incomprensible, emerge como un ciclón entre las turbias paredes que llevan a Santosh y a Sharma a esclarecer una supuesta verdad o a descubrir un culpable necesario.
«Secretos de un crimen» se convierte así en una película incómoda, un thriller de denuncia social, recortado con el mismo patrón feminista que la fabulosa «Holy Spider», en la que una una periodista de Teherán (Irán) se sumerge en los barrios con peor reputación de la ciudad santa de Mashhad para investigar una serie de feminicidios.
En ambas aparece la masculinidad sobre la que no pueden saltar, revestida de tradición institucionalizada. Así se lo dice Sharma a Santosh en la mejor frase de la película, la más impotente, la más fría, la más desoladora: «En este país hay dos tipos de intocables: los que nadie quiere tocar y los que nadie tiene derecho a tocar».








Deja un comentario