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CULTURELLAS

«Que te violen no sirve para nada»

Alex es una chica alegre, desenfadada, una joven actriz que vive la vida a tope. Una noche, en una fiesta de Nochevieja en casa de una amiga, un hombre la arrastra hacia una habitación y la viola. Alex se queda aturdida, en shock, no sabe qué hacer, no sabe ni quién la ha violado. Da tumbos, no puede casi ni llorar. Simplemente regresa a casa, se ducha y se mira. Sabe que algo se ha roto en ella para siempre.

Así arranca, sin muchos miramientos, el segundo largometraje de la joven cineasta Gemma Blasco, «La furia», un monográfico sobre los efectos de una violación brutal, que no se ceba en el morbo ni en el victimismo, sino en el rostro y en la nuca (donde hay una herida) de su absoluta protagonista, interpretada por la magistral Ángela Cervantes.

La violación de Alex coincide con su preparación para un casting de teatro en el que terminará interpretando a la vengativa Medea, personaje de la mitología griega. Y mientras, debe lidiar con la presión y la obsesiva actitud de su hermano Adrián, el único al que ha confesado la violación, pero que ni termina de apoyarla, ni termina de ayudarla.

El asco, la vergüenza y la culpa de la joven van intercalándose con algunos flashbacks de su vida, donde la brutalidad estuvo presente y tuvo que hacerle frente como pudo. Con todo ello, en silencio, va construyendo un nuevo «yo» lleno de ira que termina transpirando por cada poro de su piel.

La película no es perfecta. Se detiene demasiado en detalles y personajes que aportan poco o nada a las emociones de Alex, sobre todo con un argumento tan complejo y que pretende ser tan equilibrado como visceral. Pero sirve a la perfección para meternos en la piel de una mujer violada, humillada y revictimizada una y otra vez.

Ahí queda ese diálogo de la protagonista con su hermano durante la celebración de una boda. Ella trata de pasárselo bien, de amar, de ser feliz y disfrutar. En un momento determinado, su hermano, resignado ante su actitud, le dice «A a lo mejor eso que te ha pasado ha servido para, no sé, para sacar algo bueno y canalizarlo». Ella ni le mira. Tan solo le responde, tajante y asqueada: «Que te violen no sirve para nada».

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