De las relaciones íntimas a la denuncia social global. De las pasiones tristes de sus libros a la protesta por una de mayores masacres del mundo contemporáneo. La joven y afamada escritora irlandesa Sally Rooney ha decidido alzar su voz contra el genocicio de Israel en Gaza.
La autora de «Gente normal» ha reafirmado su apoyo a Palestine Action, el grupo propalestino que ha sido declarado en Inglaterra como terrorista, prohibiendo sus actividades contra la guerra en territorio gazatí. Además, ha mostrado su intención de seguir donando a este grupo parte de lo recaudado con sus libros.
“Si esto me convierte en una partidaria del terrorismo según la legislación británica, que así sea”, ha declarado la autora al periódico irlandés «Irish Times». El pasado mes de junio también escribió en el periódico «The Guardian» que prohibir la actividad de este grupo propalestino es un “alarmante ataque a la libertad de expresión«.
Se trata de todo un desafío por parte de la escritora, que ha sido muy rotunda en condenar la negativo del Ejecutivo inglés a la hora de condenar la atrocidad de las matanzas indiscriminadas de Israel en Gaza y por no reconocer el estado palestino.

La postura de Sally Rooney ha tenido mucho eco mediático. Es considerada una de las voces literarias femeninas más importantes de la actualidad de la generación millenial, desde que debutó con su novela «Conversaciones entre amigos» en 2017. Aunque fue con los libros «Gente normal» (adaptada también con gran éxito a una miniserie de televisión, en cuyo guion colaboró) e «Intermezzo» con los que terminó por meterse a la crítica y el público en el bolsillo.
La escritora irlandesa explota en sus libros la dinámica de poder en las relaciones, las pasiones contenidas, la incomunicación, las tensiones de clase y la vida de los millennials, lo que le ha valido el apodo de «la voz de una generación».
Ahora, su postura ante las matanzas en Palestina perpetradas por el Ejército israelí resulta fundamental, cuando buena parte de la Unión Europea mira para otro lado. Sirven como altavoz de aquellos que no pueden hablar, invisibilizados tras una cortina de indiferencia y cobardía.








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